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jueves, 17 de junio de 2010

Viaje a Gambia (parte II)



Nuestro viaje iniciático a Gambia tuvo algo de asistencialista (llevamos determinados medicamentos, batidos energéticos y algo de ropa) y mucho de exploratorio. El carácter del viaje fue esencialmente exploratorio. Conocer e identificar carencias.

David Urban, de Mensajeros por Gambia, nos ayudó en todo lo que pudo. Nos consiguió cajas de batidos – con los que se lucha contra la desnutrición- para llevarlos hasta Buniadu. Nos consiguió además un permiso de Spanair para poder volar con exceso de equipaje. Nos aportó, además, una visión esencial de Gambia a traves de su experiencia, y sobretodo, nos puso en contacto con Gustavo. Fundamental.

David Urban tuvo mucha parte de culpa en el éxito del viaje.

Explorando los arrabales polvorientos de las cuencas fluviales del Gambia – pedazo de río donde los haya - , las carencias de todo de aquellas gentes se nos iban revelando a cada paso que dábamos. Eran las postales representativas de la fragilidad y la insuficiencia africana que cualquiera puede imaginar, pero con la aspereza de estar ahí.

Gustavo nos transmitía pacientemente las sensaciones globales de la vida y de sus estrecheces en Gambia, mientras nos hacía de cicerone políglota con reminiscencias al doctor Livingstone.

El eje – por así llamarlo - de esta transmisión de sensaciones era uno y estaba claro: la vida en Gambia está muy jodida.

Sin embargo, siempre queda la esperanza de poder contar con el explendor humano de gente como Henke y su marido. Gustavo nos llevó hasta el hospital el primer día, para mostrarnos su labor y demostrarnos por la vía rápida que el altruismo y el humanitarismo no fueron valores que sucumbieron a los albores del capitalismo.

Trabajan sin ayuda gubernamental, sin apoyos de ningún tipo, excepto los que ellos mismos se fabrican. Las medicinas que dan son gratuitas. Los pacientes adultos sólo pagan 13 céntimos de euro por visita mientras que los niños no pagan nada.

Su labor, cargada de afecto y calidez, fue conociéndose en los pueblos de la región, lo que provocó aludes de pacientes llegados de todos sitios, atestando la sala de espera.

La pareja de alemanes vive como puede, en una casita sin luz eléctrica y donde el agua tampoco les llega por cañerías. La humildad como ejemplo en mayúsculas. Cuando se les acaba el dinero no tienen más remedio que regresar a Alemania y seguir trabajando, para poder ahorrar y regresar de nuevo a su cometido en Gambia.

Su tarea no sólo es encomiable, sino que además es insustituible, dado que un país que endosa sus responsabilidades sanitarias a un batallón de doscientos médicos cubanos, necesita por narices cada médico o cada enfermero que llega hasta aquí.

Desde aquí homenajear la solidaridad incondicional que despliegan todos ellos.



1 comentario:

  1. Me sumo a cada palabra dedicada en este post a dos excepcionales personas como son Henhe y Henry. Larga vida para ellos.
    Gustavo

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